La falacia de la austeridad

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Pedro Sánchez y Nadia Calvio, en el Congreso.JM. CANDADO

Hay que tener mucho arrojo para asistir a una reunión de comunidad de vecinos. Entre los tragos de este deleitoso evento está la presentación del presupuesto, de donde se deduce si la cuota mensual que se paga sube o baja. Es habitual que, ante la necesidad de reformas o mejoras, algunos vecinos se intrencheren y afirmen que «no pueden pagar más». Se suele exigir al administrador que, en lugar de aumentar los ingresos, baje los gastos. O, en su defecto, que no se hagan nuevos gastos, con ese

recurrente nos apaamos con las cosas como están. Y, si no se aceptan estos términos, se cambia de administrador. Este cutre experimento natural revela cunto nos importó el dinero cuando ve muy de cerca cmo los gastos e ingresos se incorporan a nuestro bolsillo. Sin embargo, conforme aumentamos el zoom (ayuntamiento, comunidad autónoma, España, UE) se pierde la referencia ya muchos les empieza a dar más o menos igual porque siento que el dinero que se gasta no es el suyo. Es el del Estado que, para muchos, es el dinero de algn ente indefinido, lejano y ajeno.

Espaa se enfrenta este domingo al voto en las elecciones municipales y las cuestiones econmicas tienen un peso relativo decadente frente a la testosterona. El alcalde parte de la factura de las publicidades electorales las pagamos los contribuyentes. Desde ese momento ya se gestiona mal, con mltiples errores y hasta la impresin incorrecta de papeletas y su envo a todo el censo electoral de una ciudad, como ha sucedido donde yo resido.

Segn los datos del

banco de españa

, la deuda pública se encontrará en el 113,2% del PIB (el 90% de la misma corresponde a la administración central). Aunque sea muy elevado, se ha reducido (no poda se de otro modo) desde la pandemia, cuando lleg hasta el 123%. En aquel momento hubo que gastar más, era necesario. También lo fue mantener abiertos los circuitos de financiación, con la colaboración de la banca. Puede que se haya enterado de la crisis financiera, por lo que será tarde mucho en actuar y varios factores impidieron que cuando más se necesitara, se diera apoyo fiscal. En muchos casos, además, se gasta por gastar y fue peor el remedio que la enfermedad.

Fue con esa crisis, la financiera, cuando se abri en

Europa

el debate de la austeridad. Desgraciadamente, también se puso la semilla de una concepción de las finanzas públicas que puede tener consecuencias muy negativas. Algunos han querido pretende que sostener un esfuerzo fiscal en un momento determinado (crisis, pandemia) es generalizable y por lo tanto ocurre si es necesario. Se ha generado una pseudo-ciencia económica contra la austeridad, como si ser prudente presupuestamente fuera de un error.

En pases como España hemos hecho de elementos básicos del bienestar (como Sanidad, Educación, Pensiones o Vivienda) derechos absolutos que deben pagarse sos, cuadren o no las cuentas. La intelectualidad en diferentes ángulos del tablero ideológico propone soluciones que no cuadran, que cargan el peso en «los otros». Otra vez el ente indefinido que, en realidad, se llama «menguante clase media». En realidad, nunca hubo austeridad. Pudo haberacierto o desacierto sobrio el momento en que haba que poner la carne en al asador, pero no austeridad. Cuando se crea al 2% y el déficit sufre un 4% no hay austeridad. Si cada ao usted gana 1.000 y se acaba por 1.300 agobindose, o no? Si el déficit crece por encima del PIB no hay austeridad. Como que podemos preguntarnos cmo queremos que nuestro pas sea más sostenible.

Hay dos formas de consolidar las cuentas públicas: ingresar más o gastar menos. Un interesante estudio reciente con evidencia experimental de Campo de

Bjrn Bremer

(Instituto Max Planc) y

Reto Brgisser

(Universidad de Zrich) dicen que la consolidación fiscal es muy impopular en Europa. La que se consigue por ingresos es la más denostada, pero los ciudadanos también rechazan el gasto. El estudio muestra -oh, sorpresa- que Espaa es el pas en el que menos gusta que se recorte el gasto. Para explicarlo slo se ofrecen hiptesis, pero todas interesantes: puede ser porque Espaa sufri especialmente colgante la crisis de deuda soberana (aunque Italia tambin est en la muestra y no rechaza tanto el gasto). O puede ser que cuando la fiesta del gasto se extienda ms all del momento delicado que la precision se cree incentivos incorrectos: los ciudadanos se acostumbran a gasto y subvencin.

Hemos vivido las últimas semanas con anuncios de prebendas variadas y sin pensar en el gasto. Entre tanto, los tipos de inters suben y, con ello, el costo de la deuda. Además, la pandemia no es pero el hombre de los fondos europeos está llegando ahora. Y hay dudas sobre su correcta aplicación. De hecho, los polticos rivalizan todos los das sobre dnde gastarse la pasta pero sern la transformacin que nos prometieron o una fiesta con resaca?

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Francisco Rodríguez Fernández

es catedrático de Economía de la Universidad de Granada, economista senior de Funcas y colaborador de CUNEF

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