PAGno importa que la pelicula Ganar o morir o un éxito artístico o un nabo, aunque la segunda opción sea la acertada. Ni siquiera importa que la obra coproducida por la reaccionaria compañía de espectáculos Puy du Fou brutalice la verdad histórica. El arte debe ser libre. Los directores Vincent Mottez y Paul Mignot, por lo tanto, no serán culpados por su hagiografía de la Charette contrarrevolucionaria más de lo que acusaríamos a los Noventa y tres de Victor Hugo para su diálogo imaginario entre Robespierre, Danton y Marat.
Si sólo hubiera aproximaciones históricas para criticar, anacronismos y un maniqueísmo caricaturesco que lastra el Ire República de todos los males de su época, no habría mucho que decir sobre esta película, salvo aconsejar la lectura de las obras de verdaderos historiadores. ¿Qué debemos? Que las guerras de Vendée –que se referían, además del departamento de Vendée, Loire-Atlantique y Maine-et-Loire–, fueron una guerra civil atroz, en la que ni los bandos enfrentados ni las motivaciones de los actores fueron homogéneos.
Se acepta que la ausencia de poderes bien establecidos, tanto entre los blancos como entre los azules, impidió la regulación de la violencia, causa fundamental de las atrocidades cometidas por los dos partidos. El trabajo científico también ha revelado que esta violencia masiva nunca justifica el término genocidio que los extremistas de la causa de Vendée intentan imponer a la opinión pública durante cuarenta años, sin haber convencido nunca a la comunidad científica.
Reaccionario ofensivo
No es, sin embargo, por la acumulación de imprecisiones que debemos temer Ganar o morir. Esta docuficción representa un grado más de la empresa ideológica de la derecha ultraconservadora. La extrema derecha y la extrema derecha quieren imponer a la sociedad su rejilla de lectura de los problemas de nuestro tiempo, su odio a la igualdad republicana, su nostalgia morbosa por las pseudotradiciones católicas fundamentalistas, su nacionalismo «de la tierra y de los muertos» [selon Maurice Barrès]tantos pretextos para excluir de la nación francesa a todos aquellos cuyos orígenes familiares están en otra parte.
Los noventa y cinco minutos de Ganar o morir no fueron producidos para entretener, sino para difundir ampliamente clichés comunes a toda la extrema derecha. Los neofascistas de Grecia [Groupement de recherche et d’études pour la civilisation européenne] lo teorizaron en la década de 1980, Le Pen y Zemmour llevan veinte años soñando con ello en voz alta. Hoy la dirigen De Villiers y Bolloré, propietario de Canal+, que cofinanciaron la película. La extrema derecha parece haberse vuelto más “gramscista” que los legítimos herederos del marxista teórico de la hegemonía cultural. Cuatro historiadores e historiadoras vuelven a reconocer en un salutífero libro hasta qué punto el Puy du Fou es un «Puy du faux». Pero esta contrarrevolución cultural tiene rienda suelta y la está aprovechando.
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